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Fátima Masuma (P): Una Madre Excepcional Para La Humanidad

 

Islamaldia – Una Digna Dama nos cuida día a día, desde una ciudad especial, escucha atentamente nuestras penas, nuestras suplicas e intercede por mejores días para todos nosotros, ella es nuestra Digna Madre Fatima Masuma (P), hoy deseamos contarles una bella historia de amor, de esperanza, de dicha y paz, escuchen atentamente que sucedió un día no muy lejano a una familia que puede ser como la de muchos de nosotros en cualquier lugar del mundo

Estoy seguro de que «Ella» tiene un lugar especial en el corazón de cada uno de nosotros. Cuando escuchamos su nombre provoca un sentimiento especial; pero para mí y mis amigos, este nombre es diferente.

Mi madre, el día que llegué a esta ciudad me dijo: «A partir de hoy ya no soy tu madre, para lo que necesites ve y dile a «Ella». Desde hoy, «Ella» es tu madre.»

Tenía una buena situación financiera en mi país. Mi padre tenía muchas propiedades, pero fui rechazado por completo porque con mi familia aceptamos el chiísmo. La vida era dura, pero cada vez que iba con Ella, me sentía seguro y era hermoso para mí, como un niño en los brazos de su madre.

En aquellos días éramos inquilinos en una casa muy pequeña, ahí vivíamos mi esposa, dos hijas, un hijo, un nuevo miembro de mi familia que estábamos esperando que viniera y yo. En ese mes me había retrasado en pagar el alquiler y el propietario me estaba presionando. Tenía miedo de que me vieran y salía de casa temprano todas las mañanas antes del amanecer.

Nunca olvidaré ese día. Mi esposa acababa de dar a luz y estaba en el hospital. Debía ir al hospital antes del mediodía y darle de alta. Pero mis manos estaban vacías.

La noche anterior, llamé a algunos de mis amigos, pero su situación no era mejor que la mía. Me dije a mí mismo que sentarme aquí no resuelve nada. Guardé los registros médicos, pasaportes y otros documentos de mi esposa en una carpeta. Tomé a mis dos hijas, a mi hijo de la mano y salí de la casa. Decidí visitar diferentes centros. Quizás nos puedan ayudar. Cuando llegué a casa y abrí la puerta, vi que el dueño me había dejado un mensaje, o pagaba el alquiler hasta el anochecer o desalojaba la casa inmediatamente. Puse en la carpeta la carta del arrendador. Mi hija mayor me vio y preguntó: «¿Qué pasó, papá?» Sonreí y dije: «Nada hija mía, vamos»

Ese día fui a cada lugar que pensé podría encontrar ayuda, pero mi situación era un poco difícil ya que todavía no me había convertido en un estudiante oficial del Houze Al- Mustafa. Después de tanto esfuerzo, ir de un lado a otro con tres hijos, al final solo recibí una carta de recomendación. Estaba agotado y decepcionado. No quedaba nada para el mediodía, hacía calor y los niños estaban muy cansados. Pensé conmigo mismo, vamos al santuario y rezo mientras los niños descansan un poco. Cuando llegué al santuario, ya se había hecho la llamada a la oración del mediodía. Recé y luego me senté frente a la entrada dorada del santuario. Los niños se habían quedado dormidos a mi lado por el cansancio. Estuvimos de pie desde las 6 de la mañana. Mi teléfono sonó. Respondí. Era del hospital. Entre asustado y avergonzado rápidamente colgué y apagué el teléfono. Estaba muy desilusionado. Miré el santuario, pero no pude decir nada… Respiré hondo, Traté de despertar a los niños de su siesta, pero solo mi hija mayor se levantó. Abracé a los otros dos, caminamos hacia la parada y subimos al autobús. En eso recordé que no tenía dinero para pagar el pasaje, entonces, antes de que el bus arranque, nos bajamos. Mi hija preguntó sorprendida:

–  Papá, ¿por qué nos bajamos? ¡Hace mucho calor!

Le dije: Papá te comprará un helado en el camino…

Abracé a mi hijo y a mi hija pequeña la tomé de la mano, mientras le decía a mi hija mayor: «Vamos». De repente me di cuenta de que no tenía mi carpeta de documentos. Le pregunté a mi hija mayor si la carpeta la tenía ella: pero me respondió: «No, papá»

Debí haber dejado la carpeta en el autobús – pensé – porque tenía prisa por bajarme.

Perdí la paciencia. Me volví, miré la cúpula dorada y me eché a llorar… no pude decir nada más. Mis hijos me miraron con sorpresa. Callé y les dije: “Vayamos y llevemos las pertenencias de su madre a casa y después la buscamos en el hospital”. Con esto, quería emocionarlos un poco para que les fuera más fácil caminar hasta la casa.

Cuando llegamos, vi que el dueño de la casa estaba esperando. Corrió hacia mí apenas me vio.

Dios, ¡No puedo creerlo! ¿Qué estaba haciendo él con mi carpeta en su mano?

Saludé rápidamente.

Respondió a mi saludo y dijo:

– ¿Dónde estabas? Te he estado buscando durante dos horas. Por más que llamaba, tu teléfono estaba apagado. Un siervo de Dios vino aquí y me dio esta carpeta y dijo que debía entregártela lo más pronto posible.

Lo abracé y le agradecí mucho. Me apresuré a entrar en la casa y abrí la carpeta. Dentro había una bolsa de plástico negra con una carta.

Abrí la carta. Decía: «Que la paz este contigo, hijo mío. Encontré esta carpeta en el santuario. Dije, tal vez haya una dirección adentro, por eso lo abrí y miré su contenido. En esta bolsa negra hay un poco de dinero, una parte para alquiler, una parte para los gastos del hospital y el resto para usted. ¡Espero que aceptes este regalo como parte de Fátima Masuma!

Sí, ella es la hija de Musa ibn Ya’far, pero es la «Madre de todos nosotros»

La paz sea contigo ¡Oh, Fátima Masuma!

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